Cuando desde el punto de empresarial abordo el tema de la comunicación son muchos los que acotan el alcance y lo restringen a la página web o a la publicación en medios de comunicados de prensa.

Las empresas no son conscientes que desde el momento que abren la persiana están comunicando: su servicio de atención al cliente comunica, su página web comunica, su presencia o no presencia en medios y redes sociales comunica, la presencia en eventos comunica, lo que cuentan nuestros empleados de nosotros comunica…y todo ello contribuye a fortalecer o debilitar la imagen de marca de nuestra empresa y por ende, nuestros beneficios.

Es por ello, que la comunicación empresarial debe estar perfectamente alineada con la propuesta de valor de la empresa y no debe dejarse al azar o al criterio y/o buena voluntad de los empleados.

El primer elemento clave es tener clara cual es nuestra propuesta valor para después desarrollar una estrategia de comunicación acorde; es decir, se trata de concretar de qué manera vamos a trasladar en términos de comunicación nuestra propuesta de valor para que de manera consciente o inconsciente el cliente lo perciba de tal manera que no exista discrepancia entre lo que decimos que hacemos y somos y lo que comunicamos que hacemos y somos.

Y esto afecta a soportes físicos: página web, blog, tarjeta de visita, cartelería corporativa, firma del mail, diseño de la sala de reuniones con clientes, catálogo de productos y servicios, formato de las presentaciones comerciales a clientes, formato de contratos y acuerdos comerciales…Y a todos los procesos de la organización donde interaccionamos con nuestros clientes ya sea por interacción física o on-line.

Y es esta segunda parte de la ecuación la más complicada, la que da el empaque, vamos, la prueba del algodón. Porque puedo contar con todo el soporte físico pero si en el trato directo con el cliente, mi actuación no es percibida por el cliente de acuerdo al imaginario que él tiene sobre los valores de la empresa y su propuesta de valor, todo queda reducido a “agua de borrajas”; es decir nada de nada.

En definitiva, se trata de crear un “todo” coherente.