En el mundo empresarial y en nuestra esfera privada, el standard de buenos modales ha caído estrepitosamente. Ya no se trata de una mera cuestión de saltarse la etiqueta; es que simplemente, ni se conoce.
En el mundo profesional, disponer de unos buenos modales es crítico en cualquier sector empresarial. Facilitan la convivencia y hacen que la interacción sea agradable, ya se trate de clientes, compañeros de trabajo o invitados a la oficina, transmitiendo mayor profesionalidad, confianza y competencia. Nosotros somos nuestra propia marca y nuestra manera de actuar y comportarnos impactan más allá de nuestras habilidades técnicas.
Dentro de la etiqueta en los negocios es fundamental la capacidad de desenvolverse con naturalidad y adaptar tu manera de hacer de acuerdo a la audiencia. Es fundamental conocer los usos y costumbres de otros países, si tratas con clientes, proveedores o trabajadores de ámbito internacional.
Hay etiquetas que son sencillas y claras (qué hacer y qué no hacer relativo al envío de mails, uso del teléfono, lenguaje corporal, maneras a la hora de comer…) pero el arte del saber estar requiere en general de experiencia y “horas de vuelo”. Son pocos, los que saben moverse con desenvoltura en un evento social, introduciendo a otros invitados con gracia, participando de la conversación y siendo ameno, sabiendo cuándo hablar y cuándo escuchar, cómo dar un apretón de manos y entregar una tarjeta de visita, como alejarse del grupo de conversación con algo más allá de “Disculpadme. Voy a la barra a pedir un …”
Hoy en día se da mucha importancia al conocimiento técnico: disponer de una titulación, de un máster, hablar varios idiomas…y todo esto de “las formas” parece que queda en un quinto o sexto plano. Pues bien, todos tus títulos y conocimiento técnico quedarán borrados de un plumazo, si tus modales están muy por debajo de los del interlocutor que tienes en frente. That’s life!
Hace unos días, una amiga que trabaja para JP Morgan me contaba que había asistido a una reunión con un cliente. En la reunión, uno de los integrantes del equipo de trabajo del banco, tomó la jarra de agua y se sirvió única y exclusivamente a él. El cliente se percató y le cambió el semblante. La reunión siguió adelante pero el ambiente de la reunión ya había cambiado.
En próximos posts “bajaremos al terreno de juego” y concretaremos tips que espero os ayude a desenvolveros.
¿Hablamos?