La primera vez que pasé por delante del escaparate de Brunello Cucinelli no pude por menos que pararme. Sus diseños y la calidad de sus prendas me atraparon: todo invitaba a la sencillez, a la naturalidad y a la perdurabilidad en el tiempo. Cuando llegué a casa no pude por menos que entrar en Internet y bucear en su proyecto. Quedé fascinada.
Brunello defiende la filosofía de la belleza y la ética en el trabajo. Todo el proyecto está sustentado en valores que no son simples eslóganes: amor por la manufactura, prendas casi inmortales, enseñar a los que quieren aprender, sentirse custodio y no dueño, dignidad en el trabajo y amor por las cosas bien hechas.
Muchos pensareis que esta empresa es una utopía pero la realidad es que tiene un crecimiento de dos dígitos en bolsa desde hace varios años. Ahí es nada.
Siempre me ha llamado mucho la atención el gap entre los valores teóricos informados desde una corporación o dirección de una empresa y los valores reales que se respira en ellas. Y es que cuando los valores son un elemento de marketing más, no enganchan; nadie se identifica con ellos ni nadie se los cree con lo cual son papel mojado.
Somos personas y trabajamos por y para las personas. Cuando los valores compartidos en una empresa son auténticos y se reflejan en la manera de hacer y trabajar y el proyecto es coherente con ellos, se ponen en movimiento las personas dando lo mejor de sí mismas. Porque cuando nos identificamos con unos valores y un proyecto, los compromisos adquiridos van más allá del dinero. Y esto no son “luces de colores”; son un elemento diferencial tangible que genera resultados.
Y ahora párate a pensar. ¿Qué valores sustentan tu empresa? ¿Tu proyecto es coherente con los valores? Si una persona nueva fuera fichada en tu empresa, ¿sería capaz de detectar esos valores? ¿Cuál es el grado de identificación de tu equipo con el proyecto?
¿Hablamos?