Cuando era niña y acompañaba a mi madre a hacer alguna gestión particularmente difícil, ella expresaba su necesidad en forma de “historieta” de tal forma que ponía al interlocutor en antecedentes y conseguía involucrarlo. Si bien yo siempre me quejaba de que había dado demasiados detalles, el éxito venía dado por partida doble: la empatía que había despertado en su interlocutor hacía que éste buscara (y rebuscara, si hacía falta) una solución a su problema y por otra parte, conseguía ser recordada (ella y toda su historia)
Y es que esto que los ingleses llaman storytelling (contar historias) ha existido toda la vida y su potencia radica en la conexión emocional. Porque las emociones son palancas para la acción y esto, algunas empresas lo han entendido muy bien.
Contar una historia con una cierta “gracia” a nuestros clientes potenciales, compartiendo con ellos cómo lo hacemos, a qué retos nos enfrentamos, qué dificultades hemos superado y cuales nos han tumbado, cómo se nos ocurrió esto o aquello, ó chascarrillos “off the record” que hemos vivido a lo largo del proceso… nos permiten conectar con nuestros potenciales clientes y generar un clima de confianza. Abandonamos esa imagen fría que acompaña al mundo de los negocios para convertirnos en un proyecto, hecho por personas y para las personas, con sus éxitos y sus fracasos. Estamos aburridos de escuchar que “somos líderes del mercado” o las bondades y maravillas de un determinado producto o servicio…¿pero quién puede resistirse a una buena historia bien contada?
Y ya puestos a ello, ¿por qué no utilizar esta herramienta a nivel interno de empresa? Muchos planes estratégicos están guardados en un cajón sin que apenas nadie, dentro de la empresa los conozca; y si son presentados, suelen ser PowerPoints fríos, llenos de cifras que son percibidos más como amenazas que como retos. ¿Por qué no contar una buena historia de la visión del proyecto, que ayude a poner los datos en contexto, que involucre a todos y nos ponga en marcha hacia una misma dirección? ¿Cuántas veces pedimos cosas a nuestros compañeros sin poner nuestra necesidad en contexto y nos ponen una y mil trabas para dárnoslo?
Contemos historias y conectemos emocionalmente, desde la sinceridad, sin ningún tipo de cálculo de marketing…y comprobaremos que esta herramienta, “funciona como la seda”.
¿Hablamos?